¡Yo tengo una mejor amiga! Mi mejor amiga es mi bicicleta.
Por Thiago Le Brun – Todos fuimos pequeños en algún momento de nuestras vidas. Todos lo fuimos. Hay quienes lo son, por una cuestión de edad; los niños. Pero, algunos de nosotros aún lo seguimos siendo, a pesar de que la etapa adulta ya nos ha invadido nuestras venas y ataca nuestros huesos. Ser un niño viejo no es fácil. Y los que lo logramos, los que aún mantenemos la llama de la niñez dentro nuestro, sabemos que no hay nada mejor que el simple placer de dar un paseo en bicicleta.
Pero que no se confunda. No hablamos del complejo de Peter Pan. Hablamos de mantener la curiosidad. La capacidad de reír. El don de divertirnos con las cosas más simples de la vida. De ser un adulto, sí. Una vida con responsabilidades. Pero con la visión, esperanza, alegría y un toque de ingeuidad que teníamos cuando pequeños.
Lograrlo no es una meta. Es una filosofía de vida. Y mantenerlo es un trabajo duro, arduo. Un trabajo a tiempo completo, todos y cada uno de los días del año. Y yo lo he logrado -y lo estoy logrando- gracias a mi mejor amiga; la bicicleta. Porque nada nos enseña más que un simple paseo en bicicleta.
Dar un paseo en bicicleta me recuerda que siempre podemos ser niños. Mi mejor amiga me enseña que son las cosas simples las que nos hace grandes. Me permite reflexionar y me recuerda que después de todo, al final del día, todos somos humanos. Me baja los pies a la tierra, y me hace volar la imaginación.
Siempre que monto la bicicleta, los paradigmas se cambian, las barreras se rompen y los muros se abren para darme paso. Como una buena amiga, la mejor amiga, me permite conocer nuevas personas. Es que la bicicleta es una excelente forma de conocer personas, culturas, arquitecturas… ¡conocer el mundo!
Hoy, ya con algunos años de experiencia, puedo decir que soy lo que soy gracias a la bicicleta. Ella me enseño a ver al mirar y oír al escuchar. Me demostró que la percepción que tenemos no es única y que no hay verdades absolutas; pero sí mentiras evidentes. Me hizo -y hace- mejor persona, en contacto con el entorno que me rodea. Me enseñó a cuidar, querer y disfrutar la naturaleza; y a ser menos haragán.
Por esta razón, cuando salgo a dar un paseo en bicicleta, viajo doble. Primero, porque recorro los rincones de la ciudad en la que me encuentro, descubriéndola como niño, conociéndola como turista. Segundo, porque me recuerda a mi infancia, cuando iba a la escuela en bicicleta; o a la adolescencia cuando disfrutaba de largas jornadas de pedaleo con amigos.
Mi mejor amiga es mi bicicleta. Por eso, hoy deseo hacerle este homenaje. Y aquí estoy, recuperando una bicicleta que acompaña a mi familia desde hace algunos años. Y que me enseña a cada segundo que la vida es mejor si seguimos siendo niños, disfrutando de un simple paseo en bicicleta.
¿También crees que no existe nada mejor que dar un paseo en bicicleta?